viernes, 24 de julio de 2009

SUEÑOS


SUEÑO REAL

En estas fechas celebramos los 40 años de la llegada del hombre a la luna. Yo era una adolescente y en mi memoria quedó grabada aquella imagen y la explicación detallada que nos daba Jesús Hermida. También recuerdo los comentarios de los más incrédulos, que nunca creyeron que aquello era un acontecimiento histórico, y más bien lo veían como un montaje.
Desde hace unos dias, prácticamente no he podido leer mucha prensa y tampoco oir la radio, tenía que acabar de leer el libro "Amb ulls de nena" de Encarnación Martorell, para devolverlo a la biblioteca, no obstante oí un comentario que me llamó mucho la atención en relación al ordenador que llevaba instalado a bordo la nave espacial, y que al parecer, su capacidad era algo inferior a la que hoy dia tienen algunos móviles. Este dato pone de manifiesto la velocidad a la que avanzan las nuevas tecnologías.
En esa época eran muy pocas las empresas que tenían ordenador (en casa era impensable), tenían una sala habilitada en la que estaba el ordenador central que era del tamaño de un coche de gama baja, funcionaba mediante cuadros especiales con clavijas, la perforadora de fichas, la clasificadora, la reproductora y los distintos casilleros donde se alojaban las fichas que servían de base para emitir una factura o cualquier otro documento relativo con la actividad de la empresa.
Comparando la tecnología de entonces con la de ahora nos damos cuenta de la gran gesta que significó para el hombre poner el pie sobre la superficie lunar y, al mismo tiempo, los graves riesgos a que hubo de enfrentarse, pues una simple avería en el motor de la nave, en el momento de iniciar el despegue desde la luna, habría resultado fatal pues no había posibilidades de llevar a cabo un rescate desde la tierra.
Vaya pues mi admiración hacia las personas, que como ellos, consiguen nuevos retos para la humanidad.
SUEÑO ROTO.
También estos días se cumplen 30 años de la revolución sandinista. Mi memoria es más nítida pues era más adulta, leía diariamente la prensa, sentía inquietudes políticas, me gustaba saber y estar informada y el derribo de Somoza marcaba un antes y un después para Nicaragua.
De los nueve comandantes que lideraban el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) hace 30 años, sólo tres han celebrado tan histórica fecha. De los seis restantes, uno ha fallecido, y el resto vive, pero no comparten los escándalos de corrupción y abuso de poder, en que ha degenerado la Revolución Sandinista.
Los ideales de la Revolución Sandinista han ido desapareciendo y personas como Ernesto Cardenal, gran defensor del movimiento, abandonó desengañado de ver como la democracia por la que se había luchado se estaba convirtiendo en otra dictadura. De izquierdas, pero dictadura.
Personas muy destacadas de la vida de aquel pais y que en su día también pertenecieron al FSLN dicen que " Nunca antes la riqueza ha estado peor repartida, ni han sido tantos los pobres que arañan en los basureros".
En la actualidad, el Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, se ha convertido en un fiel seguidor del líder venezolano, el populista Hugo Chaves y de su invento, el "socialismo del siglo XXI o bolivariano", que no es más que otra variante del totalitarismo a medida de su líder, encaminada a mantenerlo en el poder de forma perpetua.
De hecho, Ortega ya ha anunciado, que como su amigo Chaves, también cambiará la constitución
para poder perpetuarse en el poder.
¡Qué decepción, ver en que ha quedado la revolución en la que creyeron tantos nicaragüenses, y por la que muchos dieron la vida!
El sandinismo ha sustituido un gobierno corrupto de derechas por otro gobierno corrupto de izquierdas. Mientras, el pueblo sigue en la miseria, pero eso sí, una miseria de izquierdas. Si la propia izquierda no es capaz de regenerarse y expulsar de su seno a quien la degrada y ensucia, ¿quién lo hará? Solo cuando la izquierda recupere su capacidad de autocrítica, su capacidad de soñar por unos ideales, volverá a entusiasmar.
Mientras tanto, será únicamente otra forma más de llegar al poder para, una vez instalados en él, gozar de los privilegios que ello comporta, aunque eso sí, en nombre del pueblo.
Pilar Cardeña Cruz