viernes, 9 de abril de 2010

SEMANA SANTA EN AL-ANDALUS

Estoy casada con una andaluz de Granada, "granaíno" que diría él, concretamente de Montefrío, población en la que he pasado esta Semana Santa, impregnándome de su rica historia por todo lo que representó en el Al-Andalus, disfrutando de su rica gastronomía y de la hospitalidad de sus gentes.
Si consideramos que la tierra es como una madre, mi marido podría decirse que tiene dos madres. Andalucía, la tierra que le vió nacer y Catalunya, su tierra de acogida, donde nos conocimos, fundamos nuestra familia, trabajamos y vivimos. A las dos ama profundamente y en las dos se siente a gusto. Pero de Catalunya disfruta a diario, mientras que de Andalucía, sólo de vez en cuando. Quizá el paso de los años aumenta la melancolía, la necesidad de volver a tus orígenes, o al menos eso es lo que le pasaba a Horacio desde hace unos años.
Así que me propuse que viera su ilusión cumplida y nos fuimos para Montefrío. Para empezar, nos alojamos en el hotel La Enrea, un antiguo molino de aceite reconvertido en un hotel encantador, donde la amabilidad de su personal hizo que nos sintiéramos como en casa. Disfrutar de su cocina frente a su chimenea encendida, o de su privilegiado entorno encajado en el estrecho valle que forma una pared rocosa por un lado, y la montaña arbolada por otro. A la espalda el olivar y de frente una vista maravillosa de La Villa, antigua fortaleza árabe y posterior iglesia.
En este hotel hay dos momentos mágicos: uno es a la salida del sol, cuando aparece iluminada La Villa, mientras todos los alrededores siguen todavía sumidos en la penumbra de las sombras. El otro es al atardecer, cuando los últimos rayos del sol hacen resplandecer con un color dorado, como de arena del desierto, la parte alta de la pared rocosa con su mirador y su Maria Brava antes de que las sombras lo inunden todo.
Nos reunimos con la familia y compartimos con ellos momentos únicos. No nos hemos podido reunir todos, por el poco tiempo disponible, las distancias y circunstancias personales, pero los que estamos disfrutamos del momento. Los sentimientos afloran y todos dan lo mejor de sí mismos para hacer de cada reunión un momento inolvidable. Al despedirnos, todos hacemos el propósito de intentar vernos más a menudo.
Acompañados de familia y amigos, hemos visitado aquellos parajes donde Horacio pasó su niñez: Las Navillas, el Arroyo Molinos, El Bañuelo, la fuente de Currulucena, Las Peñas de los Gitanos, El Convento de San Antonio, La Villa, la iglesia de la Encarnación... Y hemos visto brotar agua de Maria Brava, lo cual, según los lugareños, ocurre sólo tras cuarenta dis de lluvia. Cuando tras un periodo de intensas lluvias, por fin brota el agua de entre la pared rocosa, se dice que "ha reventado Maria Brava". Han sido emociones muy intensas al revivir los recuerdos de su niñez.
Visitamos La Villa, con sus enterramientos cristianos con sepulturas excavadas en la roca, su centro de interpretación magníficamente atendido y sus extraordinarias vistas sobre Montefrío.
La visita a las Peñas de los Gitanos, conducida magistralmente por Paqui fue memorale. Esta necrópolis megalítica con más de 100 tumbas, cuevas, su rica flora, con abundantes plantas aromáticas, algunas de ellas muy raras, constituye un lugar único, que merece la pena disfrutar. Y Paqui con su sencillez y espontaneidad consigue que te integres en el paisaje y te sientas parte de él.
En la parte gastronómica hemos visitado el Mesón Coronichi un local con buena carta, personal muy atento y donde se pueden saborear, entre otros una estupenda sopa de espárragos trigueros o un choto con ajos.
También visitamos, de hecho éramos asiduos de la cena, el restaurante El Pregonero. Patri, a quien le envio un beso del grupo, es una chica encantadora que se desvive por sus clientes. Y el jefe de cocina, esposo de Patri, prepara entre otras muchas cosas, un jamón "asao", unos platos montefrieños, o un lomo de orza, para chuparse los dedos.
Si tengo que hacer un resúmen de esta visita, diré que Montefrío es un pueblo maravilloso, que está llamado a convertirse por méritos propios en un destino turístico de primer orden. Desde aquí animo a quien no lo conozca a visitarlo y disfrutar de sus maravillas.
Pilar Cardeña Cruz