miércoles, 3 de marzo de 2010

PARAJES DE BELLOS RECUERDOS


Hace apenas dos semanas visité Sant Pere de Reixac. Ascendimos por la carretera de la Vallensana y descendimos por un carril, muy acondicionado, que nos condujo a la carretera de La
Roca, concretamente a la altura del club de tenis.
Mientras íbamos llegando a Reixac, iban aflorando una serie de recuerdos a mi mente, como si de una película se tratase. Después, al llegar a la balconada de la ermita de Sant Pere de Reixac, los recuerdos se hicieron más intensos.
Muchos de ellos, son recuerdos de mi infancia, cuando cada año por Semana Santa, mi padre nos cruzaba a hombros a mi hermana y a mí, el Río Besós. Mi hermana y yo vivíamos con verdadero entusiasmo la aventura de cruzar el río a hombros de mi padre para evitar el gran rodeo que significaba ir a cruzar por el puente de Montcada.
Una vez cruzado el río, iniciábamos el ascenso por el camino que nos conduciría a la ermita. El camino era empinado y sinuoso, pero el premio bien valía la pena. Llegar a la ermita, comernos el bocadillo que nuestra madre había preparado, corretear, saltar a la comba, era algo que nos llenaba de alegría a las niñas y niños de la época. Por eso, para nosotros esta excursión tenía algo de mágico, era como una mezcla de juegos y aventura, en la que nosotros éramos los protagonistas.
Pero no acaban aquí mis recuerdos, pues años más tarde, tuve el privilegio reservado en aquella época a las personas nacidas en Montcada, de contraer matrimonio en la ermita de Sant Pere, sin tener que pagar ningún canon especial como se aplicaba a las personas foráneas.
Y, cómo no, también celebré en Sant Pere de Reixac mis bodas de plata. Dicen que recordar, es volver a vivir otra vez. ¿Cómo explicar lo que he sentido viviendo otra vez tan bonitos recuerdos?
Para acabar este recorrido por mi "disco duro", he visitado Sant Miquel del Fai, paraje de extraordinaria belleza, donde tantas veces me he bañado, en mi infancia, tanto en la piscina del Monasterio, como abajo en el río, junto con mis padres y hermana.
Solíamos subir desde la Font de la Pineda hasta el mismo Monasterio, contemplando el paisaje y las cataratas, y ya de vuelta, nos esperaba una barbacoa o una sabrosa paella.
Por cierto, este año con las abundantes lluvias caídas, las cascadas y paisaje están en pleno esplendor. Desde aquí os recomiendo, sobre todo a los amantes de la naturaleza, que hagais una visita. Eso sí, provistos de calzado cómodo y la cámara de fotos. Cuando estéis allí, os costará creer que un paraje tan bello pueda existir tan cerca de Barcelona.
Pilar Cardeña Cruz