miércoles, 9 de septiembre de 2009

INCENDIOS


Esta semana ha sido muy fructífera en cuanto a noticias, me he estado debatiendo sobre qué tema escribir y aunque hay temas de más rabiosa actualidad, finalmente me he decidido por el que figura en el encabezamiento.
Por fin estamos llegando al final del verano, y aunque todavía no han llegado las lluvias, que tanta falta hacen, poco a poco va bajando algo la temperatura y disminuyendo el riesgo de incendio.
Durante este año los incendios han calcinado aproximadamente 100.000 hectáreas de bosque y lo más lamentable, es que esto ya se sabía. Naturalmente no se sabía cuantos incendios se iban a producir, cuantos intencionados y cuantos fortuitos, y tampoco las terribles consecuencias de los mismos. Pero sabíamos que con el verano, volvería la plaga de los incendios, fiel a su cita veraniega de cada año.
¿Qué se hizo para evitarlo? A la vista de los resultados, muy poco, o al menos, no lo suficiente. Si escuchamos a los políticos de turno, nos dirán que se han ampliado los medios, que se han hecho no se cuantas actuaciones preventivas, pero que no se podía prever un verano tan seco, tan caluroso, que el incivismo, que los pirómanos, y bla, bla, bla,...........
Por supuesto, los avatares de la naturaleza no se pueden predecir con la certeza de una fórmula matemática, pero a nadie se le ocurriría hacer una casa sin tejado, por el hecho de que en una zona llueve poco. Al contrario, le pondría un tejado suficiente para que en caso de llover, aunque existan pocas posibilidades, la lluvia no inunde el interior de la vivienda y cause una catástrofe.
Pues, a eso me refiero. Se podrían haber tomado un sin fin de medidas preventivas. Se podrían haber hecho una serie de cortafuegos, de suficiente amplitud, para que el fuego no pase de un lado a otro.
Estos cortafuegos dividirían el bosque en parcelas de tamaño más o menos grande, según aconsejen los técnicos y siempre con la colaboración de los payeses de la zona, de forma que si se prende fuego, a una de estas parcelas, los bomberos pueden dejarla quemar y solamente esperar en el cortafuegos correspondiente remojando las zonas limítrofes para evitar que el fuego salte a otras parcelas.
Una vez hechos estos cortafuegos, solo será necesario mantenerlos limpios. Para mayor eficacia, se pueden plantar en los bordes de los cortafuegos árboles poco combustibles, tal vez encinas, quejigos, alcornoques u otras especies con un mayor contenido de agua en sus ramas y follaje que el pino. De esta manera el fuego se frenaría al llegar a este tipo de árboles, previamente remojados y facilitaría su extinción.
Y los bomberos al estar en superficies abiertas, no correrían los riesgos que corren en la actualidad.
¿Verdad que no parece tan difícil? Pues para hacerlo más fácil todavía, contamos con 4.200.000 parados, o lo que es lo mismo, cada día derrochamos 33.600.000 horas de trabajo.
Yo creo que hay soluciones. Otra cosa es la voluntad de aplicarlas. Ahora, es el momento de retirar de los bosques la madera calcinada y actuar para evitar la erosión y a continuación, en invierno, efectuar las repoblaciones. ¿Será otra ocasión perdida? Mucho me temo que sí.
Pilar Cardeña Cruz